Irene Zoe Alameda

Alex’s Strip now on Amazon (Worldwide), Amazon (Spain), Filmin and FlixOlé

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  • Friday, 7 February, 2020

    Poster of the movie El escándalo (Bombshell)

    Más de un mes después de su estreno en los EE UU llega a nuestras pantallas El escándalo, la película feminista y anti-Trump que Hollywood ha producido en la senda de un Me Too que no ha llegado a calar en España.

     

    Con tres grandes estrellas en el reparto - Charlize Theron, Nicole Kidman and Margot Robbie-, Jay Roach dirige una cinta técnicamente correcta a medio camino entre el docudrama y la comedia objetivista, siguiendo al pie de la letra el guion del fuertemente politizado Charles Randolph –La gran apuesta-. Destaca sin duda alguna Charlize Theron por su impoluta personificación de Megyn Kelly, una periodista de la extrema derecha caída en desgracia tras su enfrentamiento con Donald Trump al inicio de su campaña electoral de 2016.

     

    El escándalo ha tratado de aprovechar el éxito de la excelente mini serie de Netflix La voz más alta, si bien esta tuvo el acierto de contar la historia desde el punto de vista de Roger Ailes, el Rey Midas de la televisión que fue despedido al conocerse su grave trayectoria de acoso y abuso sexual en la cadena Fox. Pero donde la serie acierta, la película fracasa, al hacer bascular la historia sobre tres preciosas trabajadoras del canal, orgullosas mujeres objeto y hasta entonces representantes activas del antifeminismo.

     

    En efecto, son los tres personajes protagonistas tan egocéntricos en sus ambiciones y expectativas, que ninguna de sus tribulaciones llega a calar en el espectador. Es cierto que las tres sufren el machismo en toda su intensidad, pero no es menos cierto que únicamente se rebelan contra el orden establecido cuando dejan de disfrutar de sus viejas prerrogativas. No es la suya una lucha por la dignidad, sino un arrebato de rabia contra una situación infernal cuando –por un exceso de protagonismo, en el caso de Kelly; por envejecimiento en el de Carlson; por falta de inteligencia manipuladora en el caso de Pospisil- dejan de formar parte del fuertemente injusto círculo de las afortunadas.

     

    No importa cuán alta haya sido la nómina del reparto de El escándalo: su problema radica en el punto de vista. Por ello, el sufrimiento de tres mujeres objeto incapaces de entender que sus problemas son el resultado directo de la ideología que profesan solo puede dejar a la audiencia absolutamente indiferente. Incluso diría que hasta con una ligera irritación.

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  • Friday, 6 September, 2019

    Poster of the movie Hotel Bombay

    Siete años ha tardado Anthony Maras en dar el salto al largometraje después de su rutilante corto Palace, hasta el punto de que el francés Nicolas Saada se le adelantó con su notable Taj Mahal, también centrada en los salvajes ataques terroristas de Bombay de 2008, que acabaron con la vida de 170 personas.

     

    Siguiendo la senda explorada en su trabajo previo, Maras revive la cadena de atentados de manera poliédrica, desde numerosísimos puntos de vivencia que recogen no solo a las víctimas –unas se salvarán, otras no- y a los verdugos –auténticos imbéciles ignorantes y sanguinarios-, sino incluso también a las fuerzas del orden –personajes a medio camino entre la comedia ramplona y el drama heroico-, los (ir)responsables políticos y los rapiñeros medios de comunicación.

     

    Es precisamente a causa de ese intento megalómano de incluir información hasta más allá de lo narrativamente posible, que la película pierde la cohesión hasta quedar despojada de cualquier rastro de emotividad. De hecho, cuando en el último tercio del metraje se intenta crear impacto dejando morir a uno de esos personajes “compuestos” –no poseen correlatos absolutos en la realidad, sino que son construcciones de guion- lo que parecía un docudrama hiperrealista salta sin éxito al género del suspense de forma abrupta y casi desquiciante.

     

    Dicho esto, la cinta exhibe momentos de brillantez técnica, especialmente en las áreas de cámara, fotografía y etalonaje –a cargo de Nick Remy Matthews-, postproducción, y sobre todo diseño de producción, repartido entre Adelaida (Australia) y Bombay (India). Además, cuenta con un reparto internacional tan variado y caótico como sus premisas estructurales: el británico-indio Dev Patel -como humilde y heroico camarero sij-, el norteamericano Armie Hammer y la británico-estadounidense-iraní Nazanin Boniadi –como pareja mixta con un bebé y su nani de visita en el Taj Mahal Palace Hotel-, el británico Jason Isaacs –como millonario ruso adicto a la prostitución-, el indio Anupam Kher –como bondadoso y entregado jefe de cocina-…

     

    En términos generales, la cinta envuelve al espectador con una rara mezcla de exuberancia de súperproducción y toques de cine indie, y lo introduce en el desconcierto de la aterradora lotería de vida y muerte que supone cualquier ataque terrorista. Al concluir, no obstante, se siente una punzada de vacío que cabría atribuir tanto al absurdo evocado en la gran pantalla, como al fracaso que siempre supone una película que finalmente no cumple las expectativas.

     

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  • Friday, 30 August, 2019

    Luc Besson nos trae en Anna su blockbuster anual, una reformulación perfeccionada de la somnífera Gorrión Rojo, en casi dos horas de acción vertiginosa por parte de una preciosa muchacha rusa dando mamporros a cuantos varones se le cruzan por delante.

     

    El director, productor y guionista francés, autor de obras geniales como Leon: el profesionalNikita El quinto elemento, mantiene en esta nueva película el listón alto dentro de un género en el que se mueve como pez en el agua, y del que ha sido un gran innovador. 

     

    En esta ocasión no se ha complicado demasiado, pues echa mano de la receta que le situó en el Olimpo de los directores en el año 1990: chica joven caída en desgracia es redimida, enderezada y convertida en súper-asesina por un Pigmalión que, aparte de ser su viejo mentor, se convierte en un amante dispuesto a utilizar cuantas armas de extorsión le hagan falta para mantener controlada a su presa. 

     

    Desde los primeros minutos, en los que suena la música de Éric Serra, el compositor de cabecera de Besson, se tiene la certeza de que éste ha cogido su viejo guión de hace ya casi treinta años y se ha limitado a cambiar los nombres, los topónimos y algún que otro detallito: donde ponía Nikita ahora debemos leer Anna, y donde ponía Bob ahora pone Alex; ha sustituido Francia por Rusia; donde veíamos un robo en una farmacia, ahora asistimos a un robo en un cajero… Empeñado, como evidentemente estaba el director, en contar con la top model Sasha Luss para el papel protagonista, sabiamente supo compensar su inexpresividad y manifiesta inexperiencia con actores de la talla de Luke Evans, Cillian Murphy y Hellen Mirren.

     

    Y sin embargo, por muy evidente que sean sus trucos, nada entorpece el disfrute del film. Con un ritmo endiablado y una estructura perfeccionada en cuanto a tiempos por secciones narrativas se refiere, Anna es una lección de cine de entretenimiento, ese que tanto se agradece cuando se quiere pasar un rato divertido devorando un (carísimo) cubo de palomitas.

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  • Tuesday, 16 July, 2019

    Poster of the movie Apollo 11

    El día 20 de julio se celebrará la llegada del hombre a la luna, y por ello durante apenas cuatro días algunas salas españolas están proyectando la magnífica Apollo 11  de Todd Douglas Miller.

     

    Editada exclusivamente por el director a partir de más de 500 carretes de filme procedentes de 1969, gran parte de él rodado en 70mm por la NASA y digitalizado a lo largo de seis meses, la película constituye una cápsula temporal a través de la cual la audiencia se traslada a los nueve días que duró la misión, comenzando con el transporte del monumental cohete Saturn V a su lugar de lanzamiento, para meternos en la sala de control de la Tierra y en el interior de la nave Columbia y el módulo lunar Eagle, pasando por las afueras de Cabo Cañaveral y vivir en directoel lanzamiento escuchando las retransmisiones radiofónicas y televisivas bajo el calor, la euforia y la expectación de un momento único en la historia de la humanidad.

     

    Como buen documentalista, que a menudo reflexiona sobre el intenso esfuerzo que requiere la investigación, Douglas Miller no solo condensó todo el material visual en un primer corte de 24 horas, sino que buceó en más de 11.000 horas de audios y consultó con las familias de los astronautas, y sobre todo con los protagonistas aún vivos de la misión: Michael Collins y Buzz Aldrin. Ese esmero en la preproducción le ha permitido incluir preciosas e inéditas porciones de metraje y sonido (a cargo de Eric Milano), como los disímiles ritmos cardiacos de los astronautas y el singular punto de vista de Michael Collins.

     

    La película sobre todo subraya la magnitud del logro del alunizaje por una nave tripulada hace cincuenta años al hacer patente que, de entre todas las posibilidades, la de éxito era altamente improbable. Y, en consonancia con lo prodigioso del asunto que trata –el triunfo de una ciencia y técnicas primitivas a hombros de un enorme y complejo equipo humano- la experiencia cinematográfica que ofrece es extraordinaria y abrumadora. Con una calidad fotográfica casi indescriptible, con efectivas animaciones y con imágenes en pantalla dividida, al verla a veces olvidamos probablemente lo más admirable: pese a no tratarse de cine narrativo y constar únicamente de las comunicaciones entre los astronautas y la sala de control, las voces de los periodistas y las imágenes de la gente agolpada en torno al Centro Espacial, la audiencia de hoy revive activamente y con total naturalidad el acontecimiento que está teniendo lugar ante sus ojos.

     

    No cabe duda de que Apollo 11es una celebración de la trigonometría y de la capacidad de la inteligencia y el ingenio humanos. Pero, ante todo, y de ahí se desprende la irrefrenable emoción que despierta, es un bellísimo viaje en el tiempo.

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  • Thursday, 31 January, 2019

    Poster of the movie Creed 2, by Steven Caple Jr

    Por fin llega a nuestras carteleras la segunda parte de Creed, la nueva saga sobre el mundo del boxeo destinada a formar parte de la filmoteca de los nacidos en los años noventa del pasado siglo. Creed 2 recoge la tradición iniciada hace 42 años por Rocky, al tiempo que se convierte en algo nuevo y atractivo. El secreto de la longevidad de la serie de Rocky Balboa, ahora continuada por Adonis Creed, reside en unos guiones capaces de incorporar capas de dramatismo a una historia aparentemente simple en su diseño.

    La primera entrega, firmada por Ryan Coogley, logró reformular el mito de Rocky actualizando sus principales elementos: el aspirante italoamericano, pobre y sin ninguna posibilidad, se convierte ahora en un muchacho afroamericano acomodado y heredero natural al trono del boxeo, pero aplastado por la responsabilidad y el deber hacia la
    memoria de su padre; la novia del héroe ya no es una dulce joven dócil y abnegada, sino una artista fuerte que se relaciona en términos de igualdad con su pareja; la geo-política de la guerra fría que impregna todas las películas de Rocky, en especial Rocky IV, ha permutado en sus devastadoras consecuencias a nivel individual y familiar, y a través del personaje de Ivan Drago y de su hijo Viktor funciona como catalizador para la peripecia de Creed 2.

    Es probable que parte del éxito de esta cinta resida en el guion, como si todo un curso de estructuras narrativas hubiera sido compactado de forma brillante por los guionistas Juel Taylor y Sylvester Stallone. Así, Adonis Creed se enfrentará a un adversario imponente, el hijo del hombre que mató a su padre en el ring, y para hacerlo tendrá que emprender un viaje y renacer física y espiritualmente; y precisamente haciéndolo optará a conquistar la gloria, pero en sus propios términos. Para Creed 2 Coogley, ahora productor ejecutivo, ha dado paso a su compañero de promoción en la Universidad de South Carolina, Steven Caple Jr, quien con una dirección detallista, exuberante en planos y de montaje ágil refresca elementos clásicos del género, dotando de emoción y veracidad un material que, de entrada, no tenía garantizado convertirse en una gran película.

    En esta producción exquisita, volcada en complacer al público mayoritario sin caer en lo simple, destaca el equilibrio logrado en el reparto: los veteranos nostálgicos volverán a encontrarse con Sylvester Stallone como el viejo Rocky, a Dolph Lundgren como el hermético Ivan Drago e incluso con Brigitte Nielsen en su papel de femme fatal del cruel orden exsoviético. Pero para asegurar la vitalidad del mito, las extraordinarias actuaciones de los protagonistas, Michael B. Jordan y Tessa Thompson (estos sí son grandes actores con mayúsculas) facilitan el camino a posibles nuevas entregas.

    Creed 2 no solo no decepciona, sino que es una grata sorpresa para los amantes de la saga y para quienes disfrutan del cine predecible y de corte clásico.

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  • Monday, 26 June, 2017

    Con tres semanas de retraso con respecto al estreno mundial llega a las pantallas españolas la segunda película de la directora Patty Jenkins (Monster, 2004), quien ha pasado trece años esperando una nueva oportunidad de demostrar su prodigiosa destreza para crear personajes veraces y profundos, dentro de una narrativa dinámica y adictiva. El guion, firmado por el productor televisivo Allan Heinberg, está erigido sobre una elegante interrelación entre mito e historia, lo que simplifica la diatriba bien-mal sin necesariamente resultar en un argumento ingenuo o estúpido, un peligro en el que han caído algunas cintas de súperhéroes.

     

    Es imposible subestimar la importancia de Wonder Woman dentro de la historia del arte contemporáneo: estamos ante el advenimiento de una nueva etapa en la tan ansiada igualdad de género, siendo el cine hoy en día uno de los medios de mayor impacto en la sociedad. No solo se trata de una historia más (creada en 1941) de la factoría DC Comics llevada a la gran pantalla: se trata del fin del prejuicio que disuadía a las productoras de poner en el centro de las tramas a un personaje femenino, y se trata de la consagración de un nuevo tipo de protagonista –mujer- con luces y sombras, capaz de evolucionar a lo largo de su travesía. Lo que la tetralogía de los Juegos del hambre inició en 2012 lo ha consagrado definitivamente esta película.

     

    El filme cuenta con pasajes rutilantes que se quedan grabados en la retina del público, como los que se desarrollan en la isla de Themyscira. Lo novedoso de la propuesta es que el atractivo, irresistible, de las amazonas reside en su dureza y en su poder, no en su dulzura ni en su vulnerabildad. Robin Wright, en el personaje de Antiope, tía de la princesa Diana, pese a aparecer unos pocos minutos en la pantalla, deja una huella indeleble. Por otra parte, divertida por obvia y también por audaz es la secuencia en la que una Diana Prince / Wonder Woman de incógnito y hasta con gafas–Gal Gadot- camina por el Londres Londres de la II Guerra Mundial junto a Steve Trevor –Chris Pine- y es atacada por unos criminales. La directora consigue emular, invirtiéndola con sutil ironía, la vieja escena de 1978 en la que Superman es atacado junto a Lois Lane en Metropolis.

    Wonder Woman es un producto sencillamente perfecto: reúne dosis de humor, acción, romance y suspense. Aunque el diseño de producción no es sobresaliente –a excepción de Themyscira- y a veces pesa demasiado tanta posproducción digital-, la muy trabajada dirección de actores (David Thewlis, Elena Anaya y Dany Huston encarnan magistralmente a los villanos) consigue dotar a la obra del suficiente peso como para que la audiencia atienda a los avatares de los personajes.

     

    No me cabe la menor duda de que en poco tiempo tendremos la siguiente entrega de las aventuras de esta entrañable y admirada heroína. La esperamos con ansia, con la certeza de que su presencia feminista en nuestro mundo, y su influencia en las mentes de nuestras niñas y niños, hará mucho, mucho bien.

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  • Monday, 5 June, 2017

    El próximo viernes día 2 de junio se estrena Norman, subtitulada en español como  “El hombre que lo conseguía todo”, en su versión original “Moderado auge y trágica caída de un conseguidor neoyorquino”.

     

    La cinta narra las humillantes y paradójicas peripecias de Norman Oppenheimer, un pretendido hombre de negocios que logra entablar una relación de amistad con Micha Eshel, un prometedor político que, tres años más tarde, se convierte en el primer ministro de Israel. Con el advenimiento de Eshel al poder, Norman pasa a ser, sin pretenderlo, una figura influyente de la esfera política internacional.

     

    Dejando de lado su reparto de ensueño, tan del gusto del cine underground de la costa Este –Michael Sheen, Lior Ashkenazi, Steve Buscemi, Charlotte Gainsbourg, Dan Stevens, Hank Azaria, Scott Shepherd, Isaach De Bankolé-, el interés de la cinta reside en la filiación artística del enigmático protagonista, pariente cercano del mítico escribiente Bartleby de Melville, o de los personajes de las historias de Franz Kafka, de Saul Bellow y de Isaac Bashevis Singer en el terreno literario; descendiente claro en el celuloide del hilarante e impávido jardinero Mr. Chance de Being There, del simplón y adorable Forrest Gump, o de algunos sujetos de las comedias de Mel Brooks y los hermanos Cohen. No obstante, la incapacidad del personaje interpretado por Richard Gere para invocar simpatía o ternura en el espectador sitúa esta obra en las antípodas de sus referentes.

     

    En efecto, a diferencia de sus predecesoras, esta película fracasa a la hora de despertar interés por los avatares que le sobrevienen al obstinado Norman. Allá donde audiencia empatizaba genuinamente con Mr. Chance en una borrachera de incredulidad, curiosidad y admiración, la audiencia de Norman se aburre como una ostra. El principal motivo de que el filme no funcione no es el actor principal (quien guiado por el director consigue borrar todo rastro de psicologismo en su personaje), sino un guión que flirtea con la comedia sin abordarla y que olvida que, para que las historias resulten atractivas, sus héroes deben exhibir rasgos con los que de un modo u otro los espectadores nos podamos sentir identificados. Es posible que el empeño del director por subrayar las crecientes barreras culturales que separan a los judíos americanos (miembros de la diáspora) de los colonos de la Tierra Prometida le haya llevado a convertir a Norman en el mero arquetipo del amable y desprendido judío errante del folclore semita… y los arquetipos no transmiten emoción.

     

    Precisamente, si acaso, el secreto del éxito de personajes tan extremos e inusitados como Forrest Gump es que todos albergamos una parcela dentro de nosotros que podemos ver retratada en ellos: en la certeza de vivir a merced del destino, de no estar a la altura de las circunstancias, de ser tomados por quienes que no somos, de ser malinterpretados –para bien o para mal-… todos nosotros, al fin y al cabo, nos podemos ver ahí, y la magia de la ficción es que nos invita a transitar por un universo extraño pero verosímil, ya sea un espacio temido, deseado o secretamente invocado por nuestro afán.

     

    Desgraciadamente, el Norman de Joseph Cedar no logra invocar ninguna ensoñación íntima: despojado de biografía y de características propias, sin siquiera ser un fantasma o una máscara, el protagonista está totalmente vacío. Tal es el ahínco con el que el director y guionista construye a un individuo impertérrito y hueco, que no nos deja el más mínimo espacio para nuestra proyección. Así, pasados diez minutos de metraje lento e inhóspito, lo que le ocurre al judío neoyorquino nos importa, literalmente, un pito. Ni siquiera el encuentro de Norman con su doble (en el estrafalario personaje de Hank Azaria) ni la pretendida catarsis final logran borrar de la mente del espectador la certeza de que no ha invertido bien ni las dos últimas horas ni el precio de la entrada.

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  • Monday, 5 June, 2017

    Ayer se emitió en EE UU el último episodio de The Leftovers, una de las series más complejas y líricas de HBO, que se encuadra dentro de la tradición de lo que llamaré “realismo mágico” norteamericano. Pese a los avisos por parte de los creadores, Tom Perrotta y Damon Lindelof, de que la temporada final no ofrecería respuestas, lo cierto es que sí las ofrece, y a esas respuestas se une una sensación de cierre perfecto que aboca a la euforia.

     

    No es The Leftovers una serie para cualquiera; muy al contrario, se trata de una propuesta que selecciona a su público desde el primer minuto, y unos la aborrecerán tanto como otros la admiramos. ¿Su punto de partida? El 2% de la Humanidad (140 millones de personas) se esfumó el día 14 de octubre de 2011. En ese mundo, casi igual al nuestro pero post-apocalíptico, se sitúa la historia del jefe de la policía de Mapleton, Kevin Garvey (Justin Theroux), padre de dos hijos adolescentes y cuya esposa Laurie (Amy Brenneman) lo ha abandonado para unirse a una secta nihilista cuyo objetivo es asegurarse de que nadie olvidará a quienes se fueron.

     

    La distribución de capítulos es altamente audaz, pues los guionistas deciden interrumpir el curso de la trama para convertirlos en estudios monográficos de los personajes que irán contribuyendo de formas azarosas o predestinadas a la materialización de una profecía autocumplida. Así, ya avanzada la primera temporada, hará acto de aparición el personaje central de Norah Durst (Carrie Coon), ulterior pareja de Kevin y el elemento de mayor conexión emocional con esa parte escéptica que cualquier espectador guarda ante una ficción de carácter tan fantástico como esta.

     

    El recorrido temporal de la historia de Kevin Garvey y Norah Durst se alargará durante veinticuatro años, si bien la práctica totalidad de los veintiocho capítulos se centrará entre los tres y los siete años posteriores al evento sobrenatural que dispara el argumento. Uno de los grandes aciertos de la producción es la música de Max Richter, que crea una sintonía heredera de las bandas sonoras de Michael Nyman (viene a ser un preludio musical del leit motiv de El piano) y que educa al espectador hasta evocar una respuesta conmocionada en los momentos dirigidos por el equipo de realizadores.

     

    Concebida a partir de los esquemas del Infierno y el Purgatorio de Dante, la obra en sí constituye una invitación a la catarsis desde el hecho incomprensible de la muerte. Si bien los personajes de The Leftovers parecen los supervivientes afortunados de un suceso dramático, conforme nos adentramos en sus vidas nos preguntamos si no serán ellos los restos, las personas sobrantes (eso es lo que significa el título), los que en realidad se han esfumado. ¿Quiénes siguen aquí y quiénes se han marchado? Esa paradoja tan kafkiana tiñe de infelicidad a cuantos deben seguir adelante con sus vidas después de haber perdido a los suyos sin saber cómo ni por qué. Es tal el dolor por la falta de respuestas, que nos convencemos al final de la primera temporada de tener la enorme suerte de habitar en un mundo en el que los muertos nos dejan un cadáver que nos permite dar por concluido un ciclo. Al ver la serie, llegamos a comprender con alivio que la pérdida que todos experimentamos es sin duda mejor que eso…

     

    En esa inconclusión sin duelo se regodea una segunda temporada, en la que se hace patente la encarnación del Infierno dantesco en Kevin (a quien literalmente Virgil –Steven Williams- le da la entrada al universo de los muertos), y del Purgatorio en Norah (que busca el acceso al espacio de los desaparecidos); y esas dos alternativas en el modo de lidiar con el acabamiento llevan a una inesperada bifurcación. A partir de esa separación, que conduce a la tercera temporada y a los viajes metafísicos y épicos de ambos personajes, se plantea el desenlace como una llegada al Paraíso, en uno de los finales más románticos y satisfactorios de la historia de la televisión.

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  • Friday, 17 February, 2017

     

    Llega por fin a España El nacimiento de una nación, del productor, guionista, director y actor Nate Parker. Cuando hace algo más de un año todos los miembros del público aplaudíamos de pie y sobrecogidos su glamuroso estreno en Sundance, estábamos convencidos de que aquella sería la obra que arrasaría en los Oscar de 2017. El primer largometraje de un actor de segunda ganaba el festival en un éxito tan sin precedentes que la distribuidora Fox Searchlight compró la cinta por la friolera de 17.5 millones de dólares. Era admirable, milagroso, que una película de bajo presupuesto y ajena a Hollywood lograra una manufactura tan impoluta y arrebatadora.


    El nacimiento de una nación presenta el biopic de Nat Turner, un esclavo predicador extraordinariamente inteligente y culto que terminó sublevándose contra el status quo, y reclutó una milicia negra que asesinó a unos sesenta esclavistas en 1831 en Virginia.

     

    Los enemigos de la película –que rugieron en masa a través de las redes sociales en los EE UU hasta silenciarla- llevan décadas repitiendo que no existen pruebas de que los dueños de las plantaciones cometieran actos de crueldad contra sus esclavos, por lo que obras como esta solo servirían para justificar lo injustificable: que los negros hicieran uso de la violencia en su lucha por la libertad. Es cierto que sobre episodios históricos como el de la esclavitud apenas contamos con vestigios de la barbarie blanca, pero eso no significa que no existiera. Los supremacistas, al igual que los negacionistas del Holocausto, se han aprovechado de la falta de supervivientes y de pruebas para denunciar un supuesto complot por parte de las minorías contra ellos. De esa teoría, por ejemplo, se benefició en campaña el actual presidente de los EE UU. No obstante, esa postura es intolerable porque es injusta y porque falta a la verdad: es un hecho que los blancos sometieron a las personas de raza negra y las privaron de libertad, y sabemos que la esclavitud fue un periodo oscuro de América. La historia de la mitad de la población ha sido desplazada de los libros durante siglos, y artistas como Nate Parker se esfuerzan hoy por rescatar la voz de quienes también contribuyeron al nacimiento de su nación.

     

    Parte de la controversia que despertó el filme se debió también a su título, con el que el director ejerce un contrapeso a la obra homónima de Griffith, que en 1915 ensalzaba el surgimiento del Ku Kux Klan (por cierto, también gran apoyo del presidente Trump) y denigraba a los negros, a quienes retrataba como imbéciles y violadores. En un acto de apropiación audaz, Parker elige el mismo título y rinde un “anti-homenaje” al viejo director racista rescatando la dignidad de un personaje enterrado por la historia. Los parecidos entre las dos obras son nulos, de modo que el título simplemente constituye una gruesa ironía conceptual.

     

    Puede que, sin esos alardes reivindicativos, Parker hubiese evitado o al menos limitado algo del acoso que sufrió cuando se inició la promoción de su película. La ulterior y masiva campaña de desprestigio contra su persona fue tan agresiva que el estreno en cines hubo de ser pospuesto. Tachada de “controvertida”, la cinta apenas logró arrastrar a gente a las salas, y a día de hoy es uno de los mayores “flops” de Fox.

     

    La realidad innegable es que se trata de una buena película y que, si bien carece de originalidad (en ocasiones parece un calco de Braveheart ), logra su objetivo de mostrar otra cara de la historia y de conmover al espectador hasta la médula. De cinematografía exquisita, suprema dirección de actores, casting excelente, con un ritmo de montaje perfecto y una banda sonora emocionante, es una obra que la audiencia agradecerá ver en pantalla grande.

     

    Recomiendo a todo el que quiera ver una buena película este año que vea El nacimiento de una nación. Al margen de toda la polémica que ha despertado por motivos ajenos a su calidad, es necesario que sean los espectadores quienes juzguen si merecía o no la pena. En mi opinión, sí.

    El nacimiento de una nación ( The Birth of a Nation ) - Trailer español

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  • Friday, 18 November, 2016

    Poster of the movie The Arrival (2016) for the Spanish market

     

    Se estrena La llegada, la nueva cinta del director Denis Villeneuve (Incendios, Sicario), y con ella da comienzo el desfile de películas que estarán en el selecto club de las nominadas a los Oscar. El guión es una adaptación de la premiada novela corta Story of Your Life (La historia de tu vida) de Ted Chiang.

     

    La llegada reúne de forma soberbia dos narrativas que poco a poco se van alimentando la una a la otra: por un lado, la de la vida íntima de una mujer –encarnada por Amy Adams- que ha perdido a su hija adolescente; por otro, la que recoge la faceta profesional de la doctora Louise Banks, reputada profesora de lingüística a la que el ejército estadounidense recluta para que colabore con una alianza internacional en la traducción del lenguaje de los alienígenas que han llegado a la Tierra.

     

    Se trata este de un filme complejo, pues si bien por un lado su lenguaje audiovisual se acomoda al tempo pausado de la mayúscula tarea intelectual al que se enfrenta la protagonista, por otro se ve salpicado de forma irregular por los recuerdos o ensoñaciones que surgen de una existencia pasada o prospectiva. 

     

    A esos dos niveles de conciencia se superpone un contexto muy en línea con la sobrevenida “era Trump”: un mundo encaminado a la autodestrucción de la mano de líderes insensatos que se niegan a tender puentes de comunicación entre sí y con los extraterrestres.

     

    Aunque es esta una “peli de alienígenas, heptápodos que en este caso tienen forma de pulpos gigantes, no es una obra que vaya a gustar a quienes esperen trepidantes sorpresas. Es, por el contrario, una exploración poética de algunas hipótesis de la ciencia especulativa: ¿podríamos entendernos realmente con los extraterrestres? ¿Serían traducibles lenguajes surgidos de inteligencias y planetas dispares, y en estadios de civilización distintos? ¿Qué ocurriría si se añadiera una dimensión temporal no lineal al pensamiento?

     

    El resultado del ”e La llegada de as”compensa de suambicisupuesto y suesuelta.as dispares? ?eden marcar la va confusager en lo que la ciencia espplanteamiento de preguntas tan profundas es esta rara joya. Solo quienes aguanten hasta el final acariciarán la sutil recompensa de su paradójico desenlace. No obstante, vistos el desorbitado presupuesto de La llegada y sus tímidas cifras de recaudación en los EE UU, parece que tanta ambición va a suponer el primer flop del director canadiense.

    LA LLEGADA (ARRIVAL). Tráiler oficial en español HD. Ya en cines.

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