Irene Zoe Alameda

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Politics and Prose

In this blog, the author Irene Zoe Alameda initiates a journey towards Los Gatos, California, a dreamed place that turned out to be real.
As she wanders across the roads, she will observe and depict the world as it becomes somedays lighter, somedays entirely obscure.

Español

A younger version of me

Awaiting against the wired fence

Looking at the sky

Learning that hope feels

Sad and fresh

 

Confusing hope with melancholy

Confusing melancholy with strength

Confusing it all

And being so afraid

Against the wired fence.

 

 

El hijo

A Rosa Alcalá

La madre con Alzheimer preguntó por su hijo, que estaba muerto. Pero se refirió a él en vida, como si la conversación en torno al chico se desarrollara en un día de primavera años atrás. Entonces ella dudó unos instantes, y al cabo le contestó que había hablado con él y aún estaba fuera, que cogería el autobús del día siguiente. Sólo tuvo que recordar. La madre entonces hizo un comentario sobre el tráfico que el muy ingenuo encontraría habiendo pospuesto la vuelta.

Era como un viaje en el tiempo; en algún lugar ahí fuera el joven seguía vivo y ellas hablaban con naturalidad de él. De hecho, una vez dado el paso de mantener la conversación con la madre sin correcciones, a ella le invadía una plenitud cargada de alivio, en un presente continuo. Ella había sido la hija que charlaba en la rutinaria domesticidad con su madre, y la madre había sido la cabeza de familia que se esforzaba por tener el control de los movimientos y estado de los suyos. Ellas eran quienes habían sido y él, a cientos de kilómetros, respiraba.

Al fin y al cabo, con la salvedad de una pequeña asincronía, todo aquello era cierto.

 

The Son

To Rosa Alcalá

The mother asked about her son, who was dead. But she referred to him as if the conversation about the boy was taking place in a spring day, years before. She hesitated for a few moments, and then answered that he had rung to say that he was planning to take the bus a day after.

The only thing she had done was to remember. The mother made a casual comment about how be would get caught in a traffic jam for having postponed his return. He was so guileless.

It was like time travelling; somewhere out there the boy was still alive while the two women talked about him blithely. In fact, once she had decided not to make any corrections to the mother, she had started feeling replenished by an immaterial relief, as if inhabiting a continuous present. She had been the daughter who accompanied the mother in her incessant blabbing, and the mother had been the head of household who keep everyone under her domain. They both were the ones they had been and the boy, hundreds of miles away from them, kept breathing.

After all, with the slight exception of a tiny asynchrony, everything was true.

Napalm

 

El dolor fue como gas napalm en mi cerebro –

lo borró todo. Sólo recuerdo claramente el mundo al alcance

de mis brazos.

Y apenas nada más.

 

(Poema adaptado de Últimos días de Warla Alkman)


Napalm

 

Pain’s been like napalm gas for my brain, and has

erased some of my memories. I only

remember clearly the world within reach of my arms,

and barely anything else.

 

(Adapted poem from Last Days of Warla Alkman)

… So I apparently am a monster.

When a monster kisses a face, she burns its lips away, and when a monster caresses a body, she tears its skin apart.

I wonder why nobody has ever thought about how monsters feel when they are alone in their caves. No single text. No single line. No words for the monsters.

Maybe it is because it is monsters who write all the stories – in the loneliness of their potholes, after their daily attempt to come close to humans, to anyone.

Monsters write all the stories, like the story in which a hero saves a community of humans executing the beast. Monsters make up heroes so that, out on an imaginary level, they can be with humans.

But heroes become heroes by killing monsters. Heroes know what everybody wants: to make monsters vanish once and for all – the world is safe and quiet without monsters.

… So it is monsters who write all the stories. By writing their stories, monsters somehow kill themselves, and this is why everybody suspects that the act of writing is a sort of suicide.

Once again: nobody knows how monsters feel in their caves; people never dig into it, it is too scary. But the truth is that within a monster’s cave there is nothing but emptiness surrounded by rocky walls. And solitude.

All the stories are written within those walls. Monsters use their nails, and then their fingertips and their phalanges, and even their teeth, to sculpt the words on cold, humid surfaces, and that is why everybody finds ugliness and dirt all over monsters.

Humans are scared of monsters because they admire their strength. When monsters get out of their caverns, people see powerful bodies, and so they naturally think that monsters have no needs, since they are so huge. It is extensively believed that monsters need no one.

Well, there are no heroes in the real world or, putting it differently, there are no heroes without monsters.

Have you ever seen any? Any hero, I mean?

It is monsters who make up heroes, so that they can pretend being someone weak and beautiful, someone who gains the sympathy of others, someone who can finally put an end to the menacing presence of the beast – after all, nobody is so powerful to kill a monster, but a monster herself.

And so monsters do. Symbolically.

 

… In the end, it is monsters who write all the stories. This is why stories do not come from anyone you know, but they can be found on the walls of inaccessible caves.

 

 

(First draft in Berlin, on the 17th of December 2007 -

Final version in Stockholm, 12th of June 2014)

 

Dejé atrás mi juventud,

ya describí el amor.

 

¿Qué me queda?

 

Un fraseo baldío,

una mariposa disecada

de belleza

inhóspita

 

como los años de los animales viejos.

 

 

La curiosidad por un fulgor

a tiempo parcial.

 

Y esa mariposa rancia que ya no es promesa,

sino amenaza.

 

 

 

 

De: IRENE ZOE ALAMEDA

Asunto: Re: Cucurucha

Fecha: April 22, 2014 8:16:00 PM EDT

Para: MADRE

 

Hola Mamá:

 

Gracias por tu último email.

 

Al leer el título pensé que en vez de “cucurucha” me llamabas “cucaracha”.

 

Me hizo gracia porque, cuando era pequeña, como no llevaba la equipación de color rosa que exigía el reglamento del Conservatorio sino un maillot, unas mallas y unas zapatillas negras que encontraste en el Rastro, los profesores me llamaban “Cucaracha”.

 

Creo que unos padres de hoy se habrían querellado contra los profesores por acoso moral y marginación a una niña pobre de seis años; el caso habría captado la curiosidad de los medios de comunicación y éstos habrían destruido las vidas y las reputaciones de los trabajadores del Real Conservatorio de Danza, “privilegiados funcionarios todos” al fin y al cabo. Y los jueces, televisiva y democráticamente imbuidos por la turba, se habrían visto inclinados a condenar a los denunciados a unos cuantos meses de cárcel.

 

Pero en los años ochenta de mi niñez, aunque me molestaba un poco que me señalasen sobre el resto de mis compañeras, no me lo tomaba muy mal.

 

El caso es que me llamas “cucurucha”, que es una variante amable del apelativo del insecto.

 

Todo muy kafkiano y me gusta.

 

Tu hija

 

 

PERMUTACIÓN

 

Entran en un bar un hombre, una rubia y una lesbiana.

El hombre y la lesbiana parecen competir por captar la atención de la rubia, que halagada se deja adular.

“Entonces, ¿estás segura de que no quieres pasar las vacaciones en la casa de mi familia? Mira que le he hablado  a mi madre de mi compañera rubia de trabajo y está deseando conocerte.”

“¡Ay, mira que eres pesado, deja a la chica en paz! Todos los hombres sois iguales. ¿No ves que pasa de ti? ¡Es que os creéis irresistibles!”

La rubia asiente ante la intervención de la lesbiana y hace un mohín muy cuco; lleva, además, una blusa blanca semitransparente muy seductora que deja intuir el volumen abultado de sus pechos.

“Pues sí, estoy pensando en pasarme a tu bando porque en el mundo hetero tengo que aguantar a pelmas como este compañerito tan insistente…”

Y, mientras dice esto, le guiña un ojo al hombre para restar gravedad a sus palabras y dotarlas de un tono juguetón.

El hombre sonríe, pícaro.

La lesbiana no parece complacida.

 

 

PERMUTACIÓN

 

Entran en un bar una rubia, un hombre y una lesbiana.

La rubia reparte instrucciones a sus ayudantes:

“Habla con el productor del programa y dile que tiene que conseguirme una tarifa mejor, luego reúne toda la documentación que falta para el dossier de prensa, pero no hagas público que hemos llegado a un acuerdo ni hoy ni mañana: incluso si el productor te dice que sí, vamos a retrasar el anuncio para no dar la impresión de que soy fácil de fichar.”

El hombre, solícito, teclea sobre su tableta.

“Y tú: ciérrame la serie de entrevistas con el Canal 8 y recuerda que tienes que comprar nuestros billetes para el rodaje del vídeo, recuerda que llevo al perro en cabina, nada de meterlo en la bodega otra vez, que casi le da un infarto al pobre. ¡Ah! Retrasa sin falta la cita de la mesoterapia facial, que no puedo ir a la premiere con los pinchazos, que luego me los sacan en todas las revistas.”

La lesbiana apunta los avisos en su smartphone.

 

 

PERMUTACIÓN

 

Entran en un bar una rubia, una lesbiana y un hombre.

La rubia acaricia con cariño la mejilla de la lesbiana mientras mira con felicidad al hombre:

“Es maravilloso que se haya aprobado el matrimonio homosexual, a ver si tú también te enamoras. ¡Ay! No puedo creerme que vaya a ser una mujer casada. ¡Lo mismo conoces a tu media naranja en nuestra boda! ¡Estamos tan ilusionadas!”

La lesbiana mira a su prometida con devoción. La rodea con su brazo y la atrae hacia sí en un beso.

 

 

PERMUTACIÓN

 

Entran en un bar una lesbiana, una rubia y un hombre.

“Así que te has enamorado. De un hombre. ¿¿Así, de pronto, descubres que eres bisexual??? Eres la persona más superficial que existe el planeta. ¿Tanto echabas de menos las pollas?”

“Siempre tienes que pintar las cosas de la manera más cutre que puedes. Es lo que no aguanto de ti. ¿Sabes, acaso, lo que es el amor? Para ti las relaciones consisten en follar y en compartir un perro y un niño. ¿Me llamas a mí superficial? ¡A mí! ¡¡Precisamente tú!!”

El hombre no parece saber dónde meterse. Está muy incómodo pero se mantiene al lado de la rubia. La lesbiana lo mira con auténtica furia.

“Te mataría si no fuera porque no puedo permitirme ir a la cárcel y que esta hija de puta eduque a mi niño.”

“No metas al niño en esto.”

“No haberte metido en la cama con éste.”

“El niño se va a venir conmigo, quieras o no. Estará en un entorno más estable. Tú no puedes ocuparte del niño sola. Nosotros somos dos.”

La lesbiana no sabe qué decir y se tambalea hasta que se derrumba sobre una silla, y se pone a llorar desconsoladamente. Esconde la cabeza entre sus brazos, ovillándose sobre la mesa.

La pareja se mira y toma asiento enfrente de ella.

 

 

PERMUTACIÓN

 

Entran en un bar un hombre, una lesbiana y una rubia.

El hombre acoge la mano que la lesbiana le extiende en actitud de consuelo:

“Siento mucho que hayáis perdido al bebé. Menudo palo. Ya verás como pronto os quedáis embarazados otra vez y todo va bien.”

“No… no será tan fácil…” Masculla el hombre.

“¿Qué quieres decir?” Pregunta la lesbiana.

El hombre mira a la rubia en actitud de interrogación, como pidiéndole permiso. Él suspira:

“Me esterilicé hace más de diez años y mi vasectomía es irreversible. Entonces congelé esperma, pero con tantos intentos de fecundación in vitro como llevamos hechos, ésta era nuestra última posibilidad. Ya no queda esperma. Ya nunca tendremos hijos propios.”

La rubia llora desconsoladamente.

 

 

PERMUTACIÓN

 

Entran en un bar una lesbiana, un hombre y una rubia.

La lesbiana abre camino a la rubia, que se dirige con urgencia al cuarto de baño. El hombre se queda apostado en la barra.

De pronto, se oye un ruido al fondo del local. El hombre desenfunda su pistola y derriba la puerta de una patada.

Fuego cruzado. La lesbiana se acerca al hombre y cae desplomada. El reguero de su sangre se une a otro que se desliza, suave y lentamente, desde el baño hacia la calle.

El hombre corre hacia el cuerpo de la rubia:

“¡Mi mujer! ¡Ha matado a mi mujer!”

 

 

Mis padres, separados desde hace 23 años, celebraron su 40 aniversario con una comida en el Burger King de Condesa de Venadito. Quedaron en José del Hierro, pero para cuando mi madre llamó a mi padre porque no lo veía, él ya había llegado –saltándose lo acordado-, al Gorbarchov. Una vez se encontraron, decidieron que le tocaba invitar a él, porque mi madre había pagado las últimas copas con tapas que habían tomado en el bar de Hermanos de Pablo, así que ella lo acompañó de vuelta a Torrelaguna a coger la cartera, que mi padre había olvidado en casa.

Allí estaban mi hermana Ana Iris y Gonzalo, su novio, a quienes mi madre les contó que ese día, cuarenta años antes, se habían casado Fernando y ella. Ani le preguntó a mi madre que qué plan tenían entonces, y ella le dijo que lo iban a celebrar con un menú del Burger, y añadió que todo era un lío, que seguían sin entenderse, que incluso para quedar en José del Hierro se habían desencontrado, como siempre.

Y luego mis padres se fueron a comer. Gentilmente, mi padre acompañó a mi madre después a la parada del 70, en Arturo Soria.

- Gracias, Fernando, por acompañarme.

- Es que no todos los días se cumplen 40 años de boda.

 

Leaking,

Moisting from within,

inside out

Your being.

 

Drowning your sense of

Knowing

Submissively giving up

Your    self

Into the serum

of water.

 

El 5 de octubre de 2006, el diario EL PAÍS decidió vetar uno de los artículos que le hice llegar durante mi etapa como colaboradora: “el Mando (no el Mundo, sino el Mando) no tiene ganas de meterse más con Ciudadano Kaín. Considera que lo escrito por JLC el otro día es suficiente.”

Sólo han tenido que transcurrir siete años para que que el cese de PJR levante la censura sobre el texto.

 


Llevo varios días pensando que todo el que (h)ojee diaria o semanalmente los periódicos puede intuir que, para un megalómano, hoy resultaría más satisfactorio dirigir un medio de comunicación que los destinos de un país. Desde un punto de vista ingenuo, esta afirmación parecería extremada: ¿puede la gestión de la información llegar a ser un instrumento tan fuerte de dominio? Muchos se refieren a la prensa como El Cuarto Poder: su labor es la de mantener informada a la población para forzar a sus representantes -los políticos-, y a las instituciones a rendir cuentas sobre su gestión. Sin embargo, el gran dilema postmoderno es la asimetría entre los ritmos de producción y consumo de la información, y la verificación de la misma. Por consiguiente, en un futuro tan cercano que casi ya fuese el presente, podría llegar a ocurrir que un periódico crease y silenciase noticias con tanta rapidez, que nadie tendría tiempo de rebatir ninguna de sus calumnias. Esas calumnias, libres de sospecha bajo el serio formato de un periódico, pasarían por verdades. Si esto fuera así, algunos diarios ya no harían periodismo, sino que se embarcarían en la labor de suplantar a los tres poderes de todo Estado moderno.

Echaré mano de la ficción para analizar esta idea.

Si yo fuera una novelista que, en vez de hurgarse la imaginación, se nutriese estrictamente de la realidad, y quisiera escribir una obra de consumo masivo por sus contemporáneos, elegiría un personaje cuya trayectoria encarnase los dos movimientos más anhelados y más temidos por todos: el ascenso hasta la cúspide y la caída desde lo más alto.

Tras una minuciosa observación de la sociedad, sabría que ese personaje tendría que ser un astuto recopilador y transmisor de información que, por méritos propios, habría conseguido fundar un periódico. Dado que los periódicos se dirigen a un público interesado en primera instancia en los asuntos nacionales, el de mi protagonista aspiraría a más, y esa ambición, al menos nominalmente, debería verse reflejada en el nombre de su diario. Algo así como La Tierra, El Globo o…

¿El Mundo?

Habría que construir una trama que motivase las acciones megalómanas del protagonista. Una trama apasionante y con giros inesperados. La historia arrancaría en la cúspide de poder del héroe. Mediante un flash-back se contaría que en el pasado se había deshecho de los dos últimos presidentes del Gobierno; también que se había vengado de forma atroz, incombustible, de los que habían intentado hundir su carrera revelando ante todo el país sus íntimas prácticas de putero, coprófilo y travestido.

¿A qué podría aspirar un hombre como él, que lo ha logrado todo? A ser un auténtico Napoleón, un estratega capaz de planear y precipitar los acontecimientos de la realidad. Si los instrumentos del Estado de Derecho -su campo de experimentación- eran los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, él les disputaría su preeminencia a los tres.

Para empezar, el más fácil de dominar sería el Legislativo; al fin y al cabo, él dirigía un periódico, y si en algo estaba bien entrenado era en vender (en el sentido anglosajón de convencer) versiones de la realidad. Hasta los políticos habían comprendido que ninguna campaña publicitaria podía resultar tan efectiva como aparecer en la portada de su diario. Por eso, desataría inquietudes entre los mismos políticos y entre los ciudadanos, crearía la necesidad de reformas y leyes a su antojo, cuestionaría comisiones de investigación… De ese modo, forzaría a que los políticos, vendedores, asimismo, de programas y resultados electorales, se viesen obligados a satisfacer las demandas ciudadanas que él (y sólo él) había creado.

En lo referente al Poder Ejecutivo, se limitaría a aquiescer con la puesta en práctica de aquellas iniciativas que le fuesen útiles para sus fines, y disentir abiertamente, desde la tribuna de su extenso editorial, con todo lo que no le resultara ventajoso. Poseía un fino sentido de la ironía, el cual, puesto al servicio de sus razonamientos demagógicos, podía incitar a la resistencia activa o pasiva contra todas las políticas cuyo fracaso aumentasen indirectamente su poder oculto. Alentaría manifestaciones que ensalzasen o distorsionasen la imagen del Gobierno. El hecho de que el presidente de turno –su adversario sempiterno, fuese cual fuese su cara o partido- no lograse el beneplácito público después de un gran esfuerzo ejecutivo, le procuraba un poder infinito y secreto: porque era él, y no otro, el artífice de tal fracaso.

Por último, debería llevar a la práctica el desmantelamiento del Poder Judicial, lo que no era otra cosa que arrogarse a sí mismo la capacidad del juicio público. Para ello armaría un grupo de periodistas de investigación, que en sí constituían un CNI en la sombra, dispuestos a divulgar “confesiones” (o libelos) a la carta. Sus conclusiones, jamás basadas en pruebas concluyentes, como mucho en indicios, serían aceptadas sin cuestionamiento porque, al fin y al cabo, su reino era un periódico y no un juzgado. Incluso acusaría de prevaricación a todo juez que se atreviese a investigar áreas sobre las que su periódico ya hubiese emitido un veredicto.

En su mundo regirían sus normas, y sus súbditos serían los lectores.

Llegada a este punto, y antes de proyectar la caída del personaje desde lo más alto, mi proyecto narrativo se desmoronaría por inverosímil: tratando de escribir una historia realista, habría acabado construyendo una fábula increíble, porque ningún lector racional habría aceptado la premisa de que, en un futuro cercano, los ciudadanos de un país podrían llegar a desear leer mentiras, mucho menos a pagar por ellas. Sin lugar a dudas, la dirección de ningún periódico es susceptible de brindar tanto poder.

Además, me da la impresión de que el trasfondo de este relato es el calco de una obra maestra del cine antiguo cuyo título no recuerdo… Lo tengo en la punta de los dedos.